Es anónimo y se sitúa dentro de la escultura románica del siglo XI. La escultura románica está en conjunto con el edificio y sobre todo con el objetivo de atraer a los fieles, ya que esta decoración tiene un fin didáctico. El escultor románico, compone sus figuras con arreglo a fórmulas ideales, geométricas, por lo que es poco naturalista. En las representaciones se procura destacar la conciencia de pecado y de la necesidad del arrepentimiento. En la piedra, la madera o el marfil, los escultores muestran una gran maestría y como ejemplo tenemos este crucifijo.