Dalí se sintió tan fascinado por la actriz americana Mae West que concibió la posibilidad de utilizar sus rasgos faciales para proyectar un auténtico espacio en el cual disponer un apartamento. No obstante, para llevar a la práctica esta extravagante idea, el artista tuvo que aguardar hasta finales de los años sesenta, época en la que se llevó a cabo el proyecto del Teatro Museo Dalí de Figueras. Con la ayuda del arquictecto catalán Oscar Tusquets, Dalí pudo ver por fin el gouache de cuarenta años antes convertido en la estructura en tres dimensiones que hoy representa una de las mayores atracciones del museo.
Como base para el cuadro, el artista se valió de una famosa fotografía de Mae West, cuya cara, a pesar de las transformaciones a que es sometida, sigue siendo perfectamente reconocible. Incluso se acentún los rasgos de sensualidad un poco vulgar que representaban la mayor arma de seducción de la actriz. Ejemplo clásico es el de su labios, transformados aquí en un sofá relleno y tapizado de tela roja, en el centro de la habitación. Los cabellos son convertidos en suntuoso cortinajes; los ojos, en dos paisajes absolutamente verosímiles.
Ya en los años treinta hizo Dalí fabricar, por encargo de su rico mecenas inglés Edward Jones, un sofá semejante al representado en el cuadro, cuyo color rosa estaba inspirado en una famosa barra de labios lanzada por la estilista Elsa Schiaparelli, para la cual el artista había diseñado en 1937 modelos para trajes y sombreros. Uno de estos originales tocados, en forma de zapato de tacón alto, lo lleva la propia Gala en una foto de la época.
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